ALFREDO PLLARES
El ser humano está hecho para trascender. Lograrlo, requiere poner en juego las cualidades y los bienes que Dios nos da, aplicándolos en las circunstancias particulares en que nos encontremos, sea en la familia, en el trabajo y en cualquier lugar donde se es necesitado.
Todos los días cada persona tiene la oportunidad de servir, de cumplir los compromisos que ha aceptado; y no se trata de nada extraordinario, sino de hacer lo que se debe y como se debe: haciéndolo bien y a tiempo.
En pocas palabras, debemos usar, poner a trabajar los talentos que nos han sido confiados. ¿Cuándo? Toda la vida, porque la vida misma es una oportunidad de convivir, de saber dar y saber recibir.
Si algunas veces el no tener buena salud puede ser un impedimento para cumplir bien, no debe serlo en cambio el estar de mal talante. Las responsabilidades deben cumplirse independientemente de que resulten atractivas o no.
Se debe buscar siempre ofrecer el mejor servicio acorde a la capacidad y los conocimientos que se tienen, y darlo con gusto… ¡Cuántas veces esto último hace la diferencia, como cuando la niña prepara los primeros postres, es probable que diste mucho de estar tan sabroso como se ve, pero lo ha preparado con tanta ilusión y lo ofrece con una sonrisa, que hay que comerlo también con una sonrisa!
Controlar un gesto de rechazo ante lo que resulta desagradable, requiere muchas veces un gran esfuerzo, pero hay que hacerlo, sobre todo cuando no exista la suficiente confianza para manifestarlo, o se corra el riesgo de herir susceptibilidades, y peor aún si la muestra de contrariedad no ayuda a nada.
El buen uso que una persona hace de sus talentos, trasciende siempre en sus obras o a través de otras personas a quienes ha entregado sus conocimientos, su ayuda, o su consejo.
La trascendencia no depende del reconocimiento de los demás como tal.
Un papá y una mamá, cumplen sus responsabilidades lo mejor que pueden, movidos por el amor, porque quieren que sus hijos aprendan a ser felices viviendo responsablemente, es decir, respondiendo a la vida de la mejor manera posible, por eso procuran darles la mejor educación. Y sus hijos aprenden de ellos, y los admiran y los aman por cómo ellos son -por cómo son tratados, escuchados, enseñados, comprendidos y corregidos por sus padres.
Y para esos padres no puede haber mejor reconocimiento que el ver en sus hijos los frutos del servicio de autoridad que han realizado.
Cuando la persona aplica sus conocimientos y su disposición de servir a través de cumplir con las responsabilidades en la familia, en el trabajo, y en las distintas circunstancias en que haga falta, su hacer deja huella, ha aportado un punto de apoyo para que otros crezcan, sean mejores y puedan a su vez dar más y mejor
Y, cuando cada uno de los servicios que se hacen en la vida ordinaria, son puestos en las manos de Dios a través de la oración, entonces todo adquiere un valor distinto, el valor que Dios les da, que es de eternidad.
Fuente: http://www.noroeste.com.mx/publicaciones.php?id=320571